
Son varios niveles en los que podemos enmarcar este
proceso, desde la educación en familia, en la escuela, hasta la misma
autoformación.
En nuestro días esta realidad se ha visto
deteriorada, pues muchos padres de familia han cedido (desentendido) su derecho
inalienable de educar a los hijos, a la escuela u otras instituciones (vg. el
catecismo en la Iglesia); muchos adolescente abandonan la escuela (fenómeno
“nini”), o el problema (ancestral) educativo en nuestro país, que se ha
politizado, llevando a agravar más la situación cultural de nuestra sociedad;
que se ha convertido en negocio, diferenciando la educación gratuita (del
estado) de la educación privada (para los que puedan, que son pocos),
señalándola como ineficiente una por ser gratis, y eficiente la otra por ser cara.
¿Dónde quedó la figura del maestro tan valorada en
nuestras comunidades, pues significaba la presencia no solo del que impartía
conocimientos, sino de quien representa un figura moral?
Sin duda, celebrar el día del Maestro, es rescatar
no solo la imagen del “profe”, o de la “miss”, es el momento en que los padres
de familia, asuman su responsabilidad como primeros educadores de sus hijos;
que las instituciones en verdad sean subsidiarias y que puedan ser garantía de
la excelencia educativa en nuestro país.
Que todos tengan la oportunidad de acceder a la
educación, no solo como una cuestión económica (a más estudios mejores sueldos,
y los que no los tienen, ¿que sigan sumergidos en la pobreza?), sino vocacional
(profesionalismo).
La educación tiene que pasar de un simple negocio, a
una cuestión cultural para erradicar tantos problemas que hoy enfrenta nuestro
país. El trabajo educativo es artesanal a ejemplo de Dios alfarero.