viernes, 1 de noviembre de 2019

El Papa nombró a Mons. Faustino Armendáriz como Arzobispo de Durango

01de noviembre de 2019, San Francisquito, Qro.

La Voz del Párroco, Boletín Parroquial Missio, n.42



La Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) dio a conocer que el Papa Francisco ha nombrado a monseñor Faustino Armendáriz Jiménez, actual obispo de Querétaro, como nuevo Arzobispo de Durango, nombramiento que fue publicado en L’Osservatore Romano el pasado 21 de septiembre.


Monseñor Faustino Armendáriz nació el 23 de julio de 1955 en Magdalena de Kino, Sonora, del matrimonio formado por el señor Valentín Armendáriz Villalobos y la señora Francisca Jiménez Durón. Llevó a cabo su formación religiosa en el Seminario Menor de Hermosillo y en el Seminario Mayor de Guadalajara, y fue ordenado sacerdote en su tierra natal el 11 de septiembre de 1982.

Es licenciado en Sagradas Escrituras por el Pontificio Instituto Bíblico de Roma (Italia), y cuenta con un diplomado en Ciencias Bíblico Orientales, en el Studium Biblicum Franciscanum, en Jerusalén, Israel.


Entre otros cargos, ha sido director y maestro del Seminario Menor de Hermosillo; maestro y formador en el Seminario Mayor de de la misma localidad; capellán en la comunidad de El Llano en la Capilla de Nuestra Señora de Guadalupe; coordinador Regional del Movimiento de Cursillos de Cristiandad; coordinador del Consejo Diocesano de Laicos; fundador, director y maestro del Instituto Bíblico Católico de Hermosillo, y miembro de la Comisión Episcopal de Pastoral Bíblica en México.


En enero de 2005, el Papa Juan Pablo II lo nombró Obispo de la Diócesis de Matamoros, y recibió la ordenación episcopal en esta localidad el 23 de febrero del mismo año por imposición de las manos del  Cardenal José Francisco Robles Ortega, Arzobispo de Monterrey.


De 2006 a 2009 fue miembro del Consejo Permanente de la CEM, y en 2007 participó en la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Aparecida, Brasil. En octubre de 2008 participó en el Sínodo sobre “La Palabra de Dios en la vida y misión de la Iglesia”, y de 2009 a 2012 fue miembro de la Presidencia de la Conferencia del Episcopado.


Damos gracias a Dios por el tiempo que estuvo entre nosotros y rogamos derrame abundantes bendiciones en su nueva encomienda como Pastor en la Arquidiócesis de Durango.


Pbro. Lic. Saúl Ragoitia Vega

martes, 1 de octubre de 2019

Orar, espera y no preocuparse.

01de octubre de 2019, San Francisquito, Qro.

La Voz del Párroco, Boletín Parroquial Missio, n.41


En medio de las dificultades, de los problemas personales, en el trabajo, en la familia, ya sean económicos, morales o espirituales, por enfermedad, etc., siempre buscamos respuestas, aunque muchas veces no hacemos la pregunta correcta, preguntamos por qué? Y no para que? Y nos dejamos llevar por los impulsos y los sentimientos que muchas veces nos atormentan.


Recuerdo una frase del Padre Pío, ante estas y otras muchas situaciones no hay como “orar, esperar y no preocuparse”.


En efecto, la oración nos lleva a serenarnos a través del diálogo con Quien sabemos que nos escucha, podemos agradecer, ofrecer y hasta pedir, pero siempre ponernos en las manos de Dios diciendo “confío en ti”.


La esperanza, ilumina el alma, nos reconforta y nos lleva a esperar no solo posibles soluciones, sino sobre todo nos da la posibilidad de actuar, de pensar que es lo que en realidad nos toca hacer y lo que corresponde a Dios. Esperar nos alienta y fortalece.


Y no preocuparse, es lo más sanador, pues elimina esa tensión al no saber cómo actuar, qué pensar, qué decisiones tomar; no preocuparse nos ayuda a equilibrar nuestras emociones y poder descubrir la voluntad de Dios y saber cómo actuar.


Pbro. Lic. Saúl Ragoitia Vega


 

domingo, 1 de septiembre de 2019

Vivamos nuestra fiesta patronal.

01de septiembre de 2019, San Francisquito, Qro.

La Voz del Párroco, Boletín Parroquial Missio, n.40


Celebrar la fiesta patronal es una oportunidad para fortalecer nuestra fe en Jesús, a través de su madre la Virgen María en la advocación de la Divina Pastora; además, como comunidad nos unimos y se reconstruye el tejido social, uniendo a las familias en un ambiente festivo y celebrativo.


En esta ocasión viviremos nuestra fiesta en el contexto del Año Jubilar Mariano por los 50 años de Patrocinio de la Virgen de los Dolores de Soriano en la Diócesis de Querétaro. De ahi, nuestro lema: “En el dolor y alegría, la Divina Pastora es nuestra guía”; estaremos meditando los 7 dolores y 7 alegrías de María Santísima, quien nos guía para que nosotros, de igual manera podamos enfrentar la situaciones difíciles y dar testimonio de nuestras alegrías.


Ella nos enseña con su propia vida a entender el dolor y a compartir la alegría, a cargar la cruz y a alentar a otros, con fortaleza y esperanza, con paciencia y valentía.


Cada día del novenario será una oportunidad de celebrar nuestra fe y de vivir como una gran familia, meditando, participando en la eucaristía y haciendo fiesta con nuestro eventos culturales.


Invito a todas las familia a vivir nuestra fiesta patronal, con gran gozo, con una participación alegre y responsable. Que podamos festejar a nuestra Madre Santísma en un ambiente de paz y sobre todo familiar. Evitemos todo aquello que pueda atentar con el verdadero sentido de nuestra fiesta.


Pbro. Lic. Saúl Ragoitia Vega

jueves, 1 de agosto de 2019

UN CRISTIANO SIN LA VIRGEN ESTÁ HUERFANO

01de agosto de 2019, San Francisquito, Qro.

La Voz del Párroco, Boletín Parroquial Missio, n.39



Queridas familias estamos prontos a celebrar la fiesta de María, en su advocación de nuestra Señora de San Juan de los Lagos, el día 15 de agosto, y la Divina Pastora el día 8 de septiembre, les invito a prepararnos y quiero compartir algunas frases del Papa Francisco que podrán ayudarnos a contemplar a nuestra Madre santísima y vivir con mayor alegría estas fiestas marianas:


1. Un cristiano sin la Virgen está huérfano. También un cristiano sin Iglesia es un huérfano. Un cristiano necesita de estas dos mujeres, dos mujeres madres, dos mujeres vírgenes: La Iglesia y la Madre de Dios


2. La Virgen nos ayuda a crecer humanamente y en la fe, a ser fuertes y a no ceder a la  tentación de ser hombres y cristianos de una manera superficial, sino a vivir con responsabilidad, a tender cada vez más hacia lo alto.


3. Es una mamá ayuda a los hijos a crecer y quiere que crezcan bien, por ello los educa a no ceder a la pereza, a no conformarse con una vida cómoda que se contenta sólo con tener algunas cosas.


4. Es la mamá cuida a los hijos para que crezcan más y más, crezcan fuertes, capaces de asumir responsabilidades, de asumir compromisos en la vida, de tender hacia grandes ideales.


5. María es madre y una madre se preocupa sobre todo por la salud de sus hijos…. La Virgen custodia nuestra salud. ¿Qué quiere decir esto? Pienso sobre todo en tres aspectos: nos ayuda a crecer, a afrontar la vida, a ser libres


6. La Virgen María, por tanto educa a sus hijos en el realismo y en la fortaleza ante los obstáculos, que son inherentes a la vida misma y que ella misma padeció al participar de los sufrimientos de su Hijo


7. Es una madre que lleva al hijo no siempre sobre el camino "seguro", porque de esta manera no puede crecer. Pero tampoco solamente sobre el riesgo, porque es peligroso. Una madre sabe equilibrar estas cosas. Una vida sin retos no existe y un chico o una chica que no sepa afrontarlos poniéndose en juego ¡no tiene columna vertebral!


8. María lucha con nosotros, sostiene a los cristianos en el combate contra las fuerzas del mal.


9. María es la madre que con paciencia y ternura nos lleva a Dios, para que desate los nudos de nuestra alma.


10. María es la buena mamá, una buena mamá no sólo acompaña a los niños en el crecimiento, sin evitar los problemas, los desafíos de la vida, una buena mamá ayuda también a tomar las decisiones definitivas con libertad.

Oración a la Virgen María:

María, haznos sentir tu mirada de madre, 

guíanos a tu Hijo, 

haz que no seamos cristianos de escaparate, 

sino de los que saben mancharse 

las manos para construir con tu Hijo Jesús 

su Reino de amor, de alegría y de paz.


Pbro. Lic. Saúl Ragoitia Vega

lunes, 1 de julio de 2019

De lo real a lo virtual

01de julio de 2019, San Francisquito, Qro.

La Voz del Párroco, Boletín Parroquial Missio, n.38


El otro día me encontré a unos jóvenes en la calle, y me llamó mucho la atención que los cuatro estaban muy entretenidos divirtiéndose, lo interesante no es que estuviesen jugando una “cascarita”, mucho menos charlando entre ellos; los cuatro estaban con su celular ensimismados en conversaciones virtuales, atrapados en las redes sociales o simplemente viendo videos o jugando el ultimo video juego del momento, “que se yo”. Creo que es una nueva forma de estar con los amigos, pensé.


Lo que si se, es que cada vez le apostamos mas a lo “virtual” que a lo real. Preferimos construir redes de amistades virtuales, que relaciones fraternales con quien está a mi lado o vive conmigo. 


Es muy fácil lo “virtual”, mientras no sienta que la presencia del otro afecte mi manera de ser o pensar, podré conservarlo entre mis amigos, pero si ya no me agrada su presencia, simplemente lo bloqueo, y con un dedazo lo elimino. Todo es cuestión de un pulgar arriba (like) o un pulgar abajo. A fin de cuentas solo es “virtual”


Esto no es tan fácil con los amigos o personas reales, pues es necesario confrontar, convivir, relacionarse, ser responsable de uno y del otro. Es invertir tiempo, es sacrificio, es entrega. Es participar con el otro, es poder mirarlo a los ojos, simplemente es real.


A fin de cuentas lo que quiero decir, que siendo el mundo de la tecnología tan maravilloso, jamás se podrá suplir lo real con lo virtual.


Pbro. Lic. Saúl Ragoitia Vega




sábado, 1 de junio de 2019

¡Me quito el sombrero!

01de junio de 2019, San Francisquito, Qro.

La Voz del Párroco, Boletín Parroquial Missio, n.37



La expresión ¡me quito el sombrero!, es una acción para expresar admiración y respeto a una persona, tal como nuestra gente que acostumbra el sombrero, que al saludar y mostrar cortesía a los demás, se quitaban el sombrero.

 

En este sentido, recuerdo que en una ocasión al estar en la entrada del templo, una madre que iba con su hijo quien traía una cachucha, le dijo enfáticamente ¡quítese la gorra, que vamos a entrar en la casa de Dios!, de inmediato el joven se quitó la gorra, pasaron al templo y se arrodilló, junto con su madre, e hizo la señal de la cruz.


Lo mismo que hace mucha gente, que al pasar frente alguna Iglesia se persigna y si traen sombrero o gorra, se la quitan, para saludar a nuestro Dios. 


Esta conciencia de saber que es la casa de Dios y de que es un lugar sagrado, lamentablemente se ha ido perdiendo; ¿cuántas veces pasamos con indiferencia y descuido delante de la casa de Dios y ni saludamos, mucho menos entramos a visitarlo?.


Hoy no solo habrá que quitarse el sombrero, sino apagar el celular, ir con vestimentas dignas sabiendo que al entrar al templo, vamos al encuentro de Dios o que al ira a misa, vamos a una gran fiesta, no a un día de campo. Es tener esa humildad para aprender a arrodillarme ante Dios, y reconocerlo como Rey y Señor.


¿Qué tanta conciencia tenemos de la presencia de Jesús en el sagrario, y más aún, de saber que al estar expuesto en la custodia, ahí está de manera real y grandiosa; que pueda moverme a arrodillarme y postrarme, ante el mismo Dios?.


Como hijos de Dios, somos llamados a amar a Dios sobre todas las cosas, por eso, somos llamados a adorarlo, tenerlo siempre en primer lugar, no en segundo ni en tercero; San Juan Pablo II dirá que adorar a nuestro Dios es una “dulce obligación de amor”. Todos somos llamados a ser adoradores. Y este amor a Dios se tiene que ver reflejado en nuestro amor al prójimo; quien es adorador sabe reconocer a su prójimo como hermano.


Creo que si en verdad fuera tan grande nuestra fe, al reconocer a Jesús, en la Eucaristía, caeríamos rendidos a sus pies en adoración y ¡me quito el sombrero!


Pbro. Lic. Saúl Ragoitia Vega








miércoles, 1 de mayo de 2019

A nuestros queridos “profes”

01de mayo de 2019, San Francisquito, Qro.

La Voz del Párroco, Boletín Parroquial Missio, n.36


“Ahí viene el profe” gritaba algún compañero advirtiendo a todos, para regresar a nuestros lugares, borrar rápidamente los dibujos o frases que algún pícaro había puesto en el pizarrón y acomodarnos en nuestros pupitres y guardar silencio, ante la llegada de nuestro profesor. El pase de lista no podía faltar, y la indicación de abrir nuestro libro y decirnos “¿en qué nos quedamos?”


Recuerdo con cariño a todos mis maestros que no solo me enseñaron las matemáticas o las ciencias naturales, sino aquellos que inculcaron una educación pero para la vida, tal como me lo decían “usted estudie para la vida”.


La experiencia de vida que ellos nos trasmitían es invaluable, recuerdo los valores que nos enseñaban a ser responsables, respetuosos, puntuales, cumplidos; uno de ellos nos enseñaba a cuidar la naturaleza, desde poner la basura en su lugar, hasta plantar arbolitos.


Sin lugar a dudas, el ser maestro es toda una “vocación”, pues se requiere no solo amor al conocimiento, sino el transmitirlo con pasión; un sentido de humanidad, donde cada alumno es importante; paciente con quien resultaba más rebelde de la clase y al que le costaba asimilar los conocimientos impartidos.


Celebrar el “día del maestro”, es una oportunidad para reconocer la “vocación” de todos aquellos que han consagrado su vida a la enseñanza, y que han influido en la niñez, adolescencia y juventud de nuestro México. Gracias a todos, gracias “profe”.


Pbro. Lic. Saúl Ragoitia Vega

lunes, 1 de abril de 2019

La Pasión de Cristo: apasionamiento por el hombre.


01de abril de 2019, San Francisquito, Qro.

La Voz del Párroco, Boletín Parroquial Missio, n.35



Se aproxima la Semana Santa, la cuaresma nos ofrece la oportunidad de prepararnos espiritualmente, ¿cómo nos hemos venido preparando?, ¿hemos tomado en serio y con fe este tiempo?. 


Es muy fácil caer en la tentación de reducir la Semana Santa  a una semana cualquiera, de vacaciones o simplemente una mera “tradición” que hay que vivir por vivir, como mero cumplimiento; o aún pero, caer en la indiferencia total.


Recordemos que la Semana Mayor o Semana Santa, es la fiesta más importante de los católicos, en ella vivimos el gran misterio de nuestra fe: “la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo”.


Lo más importante de este tiempo no es el recordar con tristeza los que Cristo padeció, sino entender por qué murió y resucitó. Es celebrar y revivir su entrega a la muerte por amor a nosotros y el poder de su Resurrección para darnos vida; en Jesucristo encontramos todas las respuestas a las grandes interrogantes del hombre.


Cuando hablamos de la pasión de Cristo, es hablar de su “apasionamiento” por nosotros: “Por que tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en el no perezca sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16).


Así como Jesucristo se “apasionó” por el hombre, preguntémonos ¿qué tan “apasionados” estamos por Dios?


La “Pasión” de Cristo, es contemplar todo lo que padeció por nosotros para darnos vida por amor; hace referencia a todos sus sufrimientos: la traición de Judas, la negación de Pedro, la oración en el huerto, su prendimiento, su juicio, las burlas, la flagelación, la corona de espina, su camino con la cruz, la crucifixión; todo por amor a los hombres y cumplir así la voluntad de Su Padre, dentro del Plan de Salvación.


Al hablar de la Pasión de Cristo, como todo lo que sufrió por nosotros, me atrevo a decir, que su pasión fue por su “apasionamiento por el hombre”, el fin de su pasión, fue el amor que se convierte en salvación, en redención, en cumplimiento de la voluntad de su Padre.


Esto es lo que viviremos en cada momento de la Semana Santa, ¡como nos amó Dios!. Cuando pregunto ¿que tan apasionados estamos por Dios?, en este contexto, la pregunta sería ¿que tanto amamos a Dios sobre todas las cosas?, realmente está en primer lugar, por encima de todo.


Queridas familias, en este sentido, les invito a vivir la Semana Santa para contemplar “la pasión de Cristo como apasionamiento por el hombre, es decir, contemplar y experimentar todo el amor de Dios por cada uno de nosotros hasta la entrega de su propio Hijo, y que nos mueva a que nosotros nos “apasionemos por Dios”, que seamos capaces de amarlo sobre todas las cosas, siempre que esté en primer lugar, amando a nuestros hermanos, como a nosotros mismos.


 

viernes, 1 de marzo de 2019

“Miércoles de Ceniza: tiempo para “recalentar el corazón del creyente”.


01 de marzo de 2019, San Francisquito, Qro.

La Voz del Párroco, Boletín Parroquial Missio, n.34



Como bien sabemos, con el miércoles de ceniza (6 de marzo) comenzamos el tiempo de la cuaresma. Es un tiempo para hacer que nuestro corazón vuelva a latir con mayor fuerza con el latir de Jesús. 


Si miramos la realidad que vivimos, nos damos cuenta que hay muchos corazones afligidos por los problemas familiares, económicos, sociales; hay muchas tentaciones que hacen que se nos parta el corazón: divorcios, violencia, pobreza, infidelidades, mentiras, estafas, engaños, e incluso, nuestra fe se debilita, pues nos alejamos de Dios, y es muy fácil caer en las garras de los “falsos profetas” que dicen tener todas las soluciones. Recuerdo las palabras del Papa Francisco que nos dice, a propósito del miércoles de ceniza: “detente, mira y vuelve”. 


Detente: hay que hacer un alto y dejar de correr sin sentido; vivimos “a las carreras”, parece que “no tenemos tiempo para lo realmente importante”. No hay tiempo para la familia, aunque decimos que todo lo hacemos por la familia, pues no hay diálogo, verdadera convivencia, momentos para escucharnos y compartir la vida. Se vive dispersamente, agobiados por las cargas de día a día, y perdemos el sentido de la existencia. 


Mira: se va perdiendo la capacidad de detenernos a mirarnos y dejarnos sorprender por quienes amamos. Hay que poner nuestra mirada en la familia, como primer santuario; mirar a los hijos, como bendición de Dios; mirarse como esposos, para reavivar su amor, mirar a los abuelos cuyos “rostros son portadores de la memoria viva de nuestros pueblos”. 


Vuelve: a Dios, reforzando nuestra fe, como católicos no solo que se acercan, sino participan activa y vivamente, en un continuo encuentro con Jesús, a través de los sacramentos y más aún, de los hermanos, sobre todo los más necesitados.


Pbro. Lic. Saúl Ragoitia Vega

viernes, 1 de febrero de 2019

“Ustedes, queridos jóvenes, no son el futuro sino el ahora de Dios”


01 de febrero de 2019, San Francisquito, Qro.

La Voz del Párroco, Boletín Parroquial Missio, n.33


Queridos jóvenes de la parroquia, les saludo y les comparto algunas reflexiones que el Papa Francisco les dirigió en la Jornada Mundial de la Juventud en Panamá en días pasados: 


1. “Ustedes, queridos jóvenes, no son el futuro sino el ahora de Dios”; “muchos jóvenes piensan que “su vida es una promesa tan solo para el futuro y nada tiene que ver con su presente”. “Es un error pensar “que ser joven es un sinónimo de sala de espera, de quien aguarda el turno de su hora, y mientras tanto se les inventa “un futuro higiénicamente bien empaquetado y sin consecuencias, bien armado y garantizado con todo bien asegurado”. Hoy nuestra sociedad pretende “tranquilizar y adormecer a los jóvenes para que no hagan ruido, para que no se pregunten ni pregunten, para que no se cuestionen ni cuestionen”. Mientras tanto los sueños de los jóvenes “pierdan el vuelo, comienzan a dormirse y se vuelven ensoñamientos rastreros, pequeños y tristes, tan solo porque consideramos o consideran que todavía no es su ahora”. 


2. “A veces consideramos que son “demasiado jóvenes para involucrarse en soñar y trabajar el mañana”. Y lo peor, es que a “algunos les gusta”, por lo que pidió ayuda para que los jóvenes “se rebelen” a ello. 


3. “La vida es hoy, tienen que pelear hoy, tu jugarte es hoy, tu espacio es hoy”. Los exhortó también a “enamorarse” de todo, porque será lo que “los haga levantarse por la mañana y los impulse en las horas de cansancio, lo que les rompa el corazón y lo que les haga llenarse de asombro, alegría y gratitud”. El amor, hace nacer “la esperanza y la caridad, la solidaridad y la fraternidad frente a tanta mirada paralizada y paralizante por los miedos y la exclusión, la especulación y la manipulación”.


Pbro. Lic. Saúl Ragoitia Vega

martes, 1 de enero de 2019

LA PARROQUIA “CASA DE TODOS”


01de enero de 2019, San Francisquito, Qro.

La Voz del Párroco, Boletín Parroquial Missio, n.32


Al incio de este nuevo año, quiero desearles abundantes bendiciones, y recordar lo que al principio de mi servicio entre ustedes les decía: “invito a que la parroquia sea casa de todos”,  y en este sentido hemos intensificado nuestro esfuerzo misionero de tal manera que en cada familia brille la luz de Cristo. Al respecto, queremos hacer uso de nuestro boletín “MISSIO”, para que sea llevado por los misioneros a cada familia de nuestra comunidad parroquial, y sea un enlace para estar “mas familiarizados” y unidos como comunidad parroquial, y sentirnos todos como “en casa”.


La Parroquia, familia de Dios


La parroquia, más que un territorio, estructura o edificio, es una comunidad de fieles, es decir, una comunidad en donde se descubre el rostro familiar y cercano de la Iglesia.


La Parroquia, la gran “familia de Dios, como fraternidad, animada por el Espíritu de la unidad, es una casa de familia, fraterna y acogedora, es la comunidad de los fieles”(cfr. Christifideles Laici, 71) en donde cada uno de sus miembros descubre su identidad, su pertenencia y el sentido de su existencia; es la comunidad formadora de personas; donde se trasmite la vida de gracia; donde se forman los auténticos discípulos misioneros de Jesucristo, donde se celebra la fe y se vive la comunión.


La parroquia comunidad de comunidades


La Parroquia “es, en cierto sentido, la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas” (Christifideles Laici, 26). Es la casa común, donde todos son bien acogidos, la “fuente de la aldea donde todos acuden a calmar su sed”, tal como lo describía S.S. Juan XXIII. Es “el lugar de la comunión de los creyentes y, a la vez, signo e instrumento de la común vocación a la comunión” (Christifideles Laici, 27).


La parroquia es el lugar de encuentro del cristiano, de las familias, en donde se da la comunicación fraterna de personas y de bienes. Las parroquias son células vivas de la Iglesia(Apostolicam Actuositatem, 10) y lugares privilegiados en donde las familias pueden vivir la experiencia de encuentro con Cristo y de su Iglesia. Las parroquias “encierran una inagotable riqueza comunitaria porque en ellas se encuentra una inmensa variedad de situaciones, de edades y de tareas. Sobre todo hoy, cuando la crisis de la vida familiar afecta a tantos niños y jóvenes, las Parroquias brindan un espacio comunitario para formarse en la fe y crecer comunitariamente”.(Docto de Aparecida, 304) Están llamadas a ser casas y escuelas de comunión, donde la Palabra de Dios sea acogida, se celebre la Eucaristía, de tal manera que la comunidad parroquial, siguiendo el ejemplo de la primera comunidad cristiana (cfr. Hch. 2,46-47), se reúne para partir el pan de la Palabra y de la Eucaristía, acudan a la enseñanza perseverando en la catequesis, en la vida sacramental y en la práctica de la caridad.

 

“La Parroquia, casa de todos”


Con todo esto les digo, esta es su casa, su hogar, formemos una familia, los invito a que juntos cuidemos de nuestra casa, que nadie se sienta un extraño, ajeno o arrimado. Y como en nuestra casa, lo importante no son los muros, sino los que habitan en ella, ¡cómo no cuidar de nuestros abuelitos!, ¡cómo no valorar la labor de papá y mamá, no solo en llevar el pan de cada día a la mesa, sino de educar a los hijos!, ¡cómo no impulsar en su crecimiento a nuestro niños, adolescentes y jóvenes!¡cómo no llorar con los que sufren por verse atrapados en las redes del alcoholismo y drogadicción!, ¡cómo no cuidar de nuestros enfermos, de dignificar y apoyar al pobre y necesitado! ¡cómo no hacer fiesta de la vida, con nuestra cultura y tradiciones desde nuestra fe! ¡cómo no hacer de nuestra familia la Iglesia doméstica!


Así tiene que ser nuestra parroquia, tu casa, nuestra casa, en donde todos encuentren la fuente donde puedan saciar su sed, el cobijo, el consuelo, la misericordia, su dignidad, su alegría y su esperanza. Donde podamos ser con el otro, eso es familia, eso es la parroquia. Donde vivamos el encuentro con Jesucristo y testimoniemos nuestra fe.


Pbro. Lic. Saúl Ragoitia Vega