“¡HAN SECUESTRADO A LA
NAVIDAD!”
2 de diciembre de 2012
Ya con mucha anticipación, los
escaparates de las tiendas se llenan de innumerables artículos “navideños”,
empieza el “espíritu navideño” (o más bien, la euforia del consumo), y nos
enrolamos en un ambiente en donde se compra y vende navidad. La sociedad
proclama la navidad no precisamente para celebrar lo que significa: “el
nacimiento del Hijo de Dios”; celebra todo, menos lo importante. Nos han
secuestrado la navidad. Se han aprovechado de tan grande celebración para hacer
de las suyas, y ponerla bajo la perspectiva económica, pues se ha endiosado al
dinero.
En cambio, la Iglesia nos invita a
prepararnos ante tal acontecimiento, a través del Tiempo del Adviento, que es
un tiempo de preparación y conversión. Es un tiempo que se enmarca en cuatro
domingo previos a la navidad, con una temática que nos va llevando de la mano
para la vivencia interior y crecimiento espiritual.
Si vemos la oración colecta de la misa,
de cada uno de estos domingos de adviento, es clara la propuesta de preparación,
a decir:
1er.
Domingo de Adviento: Vivir las obras de misericordia, “…despierta en nosotros el deseo de prepararnos a la venida de Cristo con
la práctica de las obras de misericordia…”
2º.
Con sabiduría: “…Que nuestras responsabilidades
terrenas no nos impidan, Señor, prepararnos a la venida de tu Hijo, y que la
sabiduría que viene del cielo, nos disponga a recibirlo y a participar de su
propia vida…”
3º.
Con gozo (pues es el domingo del “gaudete”). “Mira, Señor, a
tu pueblo que espera con fe la fiesta del nacimiento de tu Hijo, y concédele
celebrar el gran misterio de nuestra salvación con un corazón nuevo y una
inmensa alegría…”
4º.
Para llegar a la resurrección: “Derrama, Señor, tu
gracia sobre nosotros, que hemos conocido por el anuncio del ángel la
encarnación de tu Hijo, para que lleguemos, por su pasión y su cruz, a la
gloria de la resurrección”.
No permitamos
que nos arrebaten y secularicen nuestras celebraciones, hay que prepararnos con
el espíritu del adviento que nos marca la liturgia, y además, cultivando el
ahorro, la austeridad, la vida interior, la oración, y fortaleciendo la unidad familiar.
Pbro. Lic.
Saúl Ragoitia Vega
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