sábado, 26 de septiembre de 2020

“Construyendo un mundo mejor, a la luz de los principios de la Doctrina Social de la Iglesia"

Conferencia a los miembros de la 
Confederación Internacional 
de Movimientos Familiares Cristianos. 
CIMFC

Pbro. Lic. Saúl Ragoitia Vega

Ex-capellán internacional
ICCFM

26 de septiembre de 2020.

  1. Introducción.


1. A finales del año 2019, se escucha con gran alarma la existencia de un virus llamado Sars COVID-19, sin pensar que a principios del 2020 se propagaría a tal grado, que fue necesario  declarar al mundo en estado de pandemia. Vimos como se expandía por todo el mundo, y el número de infectados y muertos se multiplicaba, y aun continúa. El fluir continuo de información en los medios de comunicación, nos mostraban los estragos de la pandemia de manera cuantitativa a través de gráficas; nuestra vida cotidiana ha sido trastocada en todos los sentidos, y hoy enfrentamos una gran crisis global, sobre todo sanitaria y económica, que han venido a afectar toda nuestra vida, en todas sus dimensiones. 


2. Es claro, que la pandemia representa hoy un gran desafío, que va más allá de lo sanitario y económico (y que es evidente que lo hay y que hay que atenderlo), y que exige una respuesta práctica, con una visión clara y objetiva de la  realidad. Y surge la pregunta ¿Cómo responder a este desafío? 


3. El 5 de agosto de 2020, el Santo Padre Francisco, en Audiencia General, nuevamente nos sorprende, y nos provoca a responder al desafío de la pandemia, con el inicio de un ciclo de “Catequesis”, para invitar a “reflexionar y trabajar todos juntos, como seguidores de Jesús que sana, para construir un mundo mejor, lleno de esperanza para las generaciones futuras” (cfr. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 24 de noviembre 2013, 183), a la luz del Evangelio, de las virtudes teologales y de los principios de la Doctrina Social de la Iglesia.


4. Respondiendo a la invitación del Santo Padre, comparto las siguientes reflexiones y presento en primer lugar la necesidad e importancia de re-interpretar la realidad desde una comprensión cristiana, es decir, una comprensión humana desde la fe. En segundo lugar, reflexionar, de manera sintética, sobre los principios de la Doctrina Social de la Iglesia y finamente exponer las principales propuestas del Santo Padre en sus catequesis, para construir un mundo mejor.


II. Re-interpretar la realidad de pandemia.


5. Pareciera ser que antes de la pandemia, la vida, tal como se estaba viviendo era simplemente normal. Esta normalidad puede ser entendida de dos maneras: 


6. La primera, una vida simplemente sin COVID 19 (sin todas las complicaciones y repercusiones que esta pandemia conlleva y que hoy estamos enfrentando), 


7. La segunda: una vida que por la fuerza de la costumbre se ha vuelto “normal”, como si nos hubiésemos acostumbrado a vivir “normalmente” con la pobreza, con la violencia, con la guerra, con muchas otras enfermedades, con la migración, con una sociedad egoísta y secularizada, con una fe a medias, con corrupción e impunidad, con injusticias, con carencias de servicios de salud, con crisis educativa, económica, política, ecológica, cultural, de fe y familiar, etc.


8. Da la impresión que, lo que hoy estamos viviendo, nos ha hecho recapacitar y detenernos para ver el  “antes”, el “ahora” y sobre todo “el futuro”, y nos ha exigido replantearnos la vida y verdaderamente ponderar la “supuesta normalidad” que se venía viviendo, y hacer una planteamiento existencial, y mirar mas allá,  desde una “nueva normalidad”. 


9. Esta “nueva normalidad” es un llamado a “renovarnos”; conocemos la expresión “renovarse o morir”, que señala la necesidad saludable de hacer cambios sustanciales y radicales, pero creo que ayudará más, en este sentido las palabras de Jesús “a vino nuevo, odres nuevos” (Mt 2,22) que con más claridad iluminan este camino de la “nueva normalidad”, y que yo más bien lo llamaría “renovación profunda e interior”.


10. Para esta renovación, es necesario entender la pandemia, ciertamente como un desafío sanitario y económico, pero ante todo como un desafío personal, que nos lleva a un desafío ético, ya que es una experiencia de valor, pues toca nuestra conciencia y libertad. Se han puesto a prueba muchas de nuestras convicciones; además, no es solo un hecho social, sino que es un encuentro con el otro, en donde esta en juego nuestra libertad y responsabilidad frente al prójimo, me ubica delante del rostro del otro, que me interpela, pues “soy con el otro”. No puedo comprender la realidad sin el otro, por eso el Santo Padre advierte contra “un virus todavía peor, el del egoísmo indiferente”.


11. Además, la pandemia no solo es un hecho que tiene repercusiones sanitarias, económicas o políticas, es una experiencia que desafía nuestra moralidad, nuestra libertad, el modo de ser personas, no solo afecta un estilo de vida que ha sido alterado por nuevos rituales de sanidad y prevención, sino que es una realidad que cuestiona la manera de entender mi persona y de cómo comprendo mi humanidad. En la medida en que asuma con seriedad  mi propia condición humana y la de mi prójimo, en esa medida responderé al desafío de la pandemia que me interpela. 


12. También para esta renovación es necesario re-interpretar la realidad de la pandemia. Hoy hay muchas interpretaciones parciales, falsas, tendenciosas que nos llevan a una respuesta equivocada ante el desafío.  Por ejemplo las visiones postmodernas, que van del racionalismo a lo irracional, cuya clave de interpretación es lo emotivo, la intuición, el afecto, lo instantáneo. 


13. Otro ejemplo es lo que pasa en muchos ambientes conservadores y aún católicos, donde lo que prevalece es el pensamiento débil, que invaden las redes sociales y nos presentan ciertas convicciones aparentemente piadosas para interpretar la pandemia, pero falsas y desviadas, como las noticias difundidas en ambientes católicos: que la pandemia es una castigo de Dios, que se acerca el Apocalipsis global, que hay teorías de la conspiración que aprovechan la pandemia para sembrar microchips en las vacunas que se crearán para combatir la pandemia. Se cree que por ver algunos videos de youtube, sobre la pandemia, ya se tienen conocimientos, ciertos y verdaderos, respecto del nuevo orden mundial, cuando en realidad son falsos y no son mas que reflejo de un pensamiento débil.


14, ¿Cómo re-interpretar la realidad de la pandemia? La clave no es el poder (político), ni la lucha entre el bien y el mal, la clave fundamental es cómo el SER SOBRENATURAL irrumpe en nuestra historia como misericordia, cuyo compromiso con los descartados, los mas débiles y marginados es fundamental. Es decir, re-intepretar la realidad a la luz de la fe cristiana.


15. La revelación cristiana, nos lleva al encuentro con Cristo, uno descubre que la fe, es una certeza que llega a la mente y al corazón, y que puede ser un método de conocimiento, ya que la fe nos ayuda y permite detectar significados profundos sobre la realidad, que la ciencia humana no logra advertir. La fe nos da una comprensión sobre el ser humano, de su dignidad. En Jesucristo, no solo podemos tener respuesta a todas la interrogantes de la humanidad, sino que además nos da un visión adecuada del ser humano mismo. 


16. Pero es necesario “renovarse”, es decir, convertirse. Por eso desde  una lectura teológica de la pandemia, desde la fe, nos damos cuenta que la clave para interpretarla no es el poder, sino la conversión del corazón, es necesario transforma el corazón para transformar la realidad, para transformar el mundo.


17. Pretender interpretar la pandemia desde el poder, desde una acción política, por ejemplo desde una teoría de la conspiración, o de una ideología de lo emotivo, o solo desde la economía, es fácil que el diagnóstico no sea adecuado y las acciones prácticas en realidad no respondan al desafío.


18. La fe que me da certeza sobre el sentido profundo de mi humanidad, me ayudará a entender el significado de este desafío global de la pandemia y ver con claridad las acciones práctica para responder realmente. 


III. Los principios de la Doctrina Social Cristiana.


19. La Iglesia a través de su Magisterio, a lo largo de la historia, siempre atenta a los signos de los tiempos, ha declarado su unión íntima con la familia humana: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón” ( Gaudium et Spes 1).


20. En este sentido, al centrar ahora nuestra mirada en la enseñanza de la Iglesia, no enfocamos en su Doctrina Social; recordemos que en el año 2004 se publicó el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, y basta con mirar su estructura para darnos cuenta cómo la fe, iluminada desde el Evangelio, nos ayuda a interpretar el escenario del mundo y nos muestra en lo mas profundo, la razón de ser y estar en el mundo, que a imagen de Cristo, y con la gracia de Dios, no provoca y mueve a construir un mundo mejor.


21. Sus presupuestos fundamentales son: el designio amoroso de Dios con respecto al hombre y a la sociedad, la misión de la Iglesia y la naturaleza de la doctrina social, la persona humana y sus derechos, y los principio y valores de la doctrina social.


22. Los temas básicos de la doctrina social son: la familia, el trabajo humano, la vida económica, la comunidad política, la comunidad internacional, el medio ambiente y la paz.


23. La acción pastoral de la Iglesia y el compromiso social de los cristianos


24. Y la idea de fondo de todo el documento: “Hacia una civilización del amor”.


25. El gran desafío que nos presenta es el de  “transformar la realidad social con la fuerza del Evangelio, testimoniada por mujeres y hombres fieles a Jesucristo”; además nos recuerda que la Iglesia es experta en humanidad y con gran esperanza continúa mirando hacia los “nuevos cielos” y la “nueva tierra” (2 P 3,13) y ayuda al hombre a vivir su vida en la dimensión del sentido auténtico que encuentra su plenitud en Jesucristo. 


26. Por ahora, solo enumeraremos  los principios de la Doctrina Social de la Iglesia, de una manera sintética, y señalaremos sus principales características en general, para adentrarnos en la reflexión y provocar en nosotros una respuesta, frente a la pandemia que estamos viviendo, es decir,  para poder re-interpretar la realidad de la pandemia a la luz de estos principios. 


27. Los principios de la Doctrina Social de la Iglesia son: la dignidad de la persona humana, en el que cualquier otro principio y contenido de la doctrina social encuentra su fundamento, el bien común, la subsidiaridad y la solidaridad.


28. La Iglesia a los largo de su historia se ha esforzado, a la luz del Espíritu, de configurar estos principios y darles fundamento, para responder con mayor coherencia a las exigencias de los tiempo y al desarrollo continuo de la vida social, por eso afirma: “Estos principios, expresión de la verdad íntegra sobre el hombre conocida a través de la razón y de la fe, brotan del encuentro del mensaje evangélico y de sus exigencias -comprendidas en el Mandamiento supremo del amor a Dios y al prójimo y en la Justicia- con los problemas que surgen en la vida de la sociedad” (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 160)


29. Las características más importantes de estos principios son: 

  • Su carácter general y fundamental, ya que se refieren a la realidad social en su conjunto, desde las relaciones interpersonales, entre comunidades o grupos hasta las relaciones entre los pueblos y las Naciones. 
  • Su permanencia en el tiempo y universalidad de significado, por eso la Iglesia los señala como “el primer y fundamental parámetro de referencia para la interpretación y la valoración de los fenómenos sociales, necesario porque de ellos se pueden deducir los criterios de discernimiento y de guía para la acción social, en todos los ámbitos” (CDSI, 161).
  • Su unidad, conexión y articulación: no se pueden mirar de manera aislada en lo teórico y práctico sin que ello nos lleve a una mutua conexión, reciprocidad y complementariedad.
  • El ser humano, en su propia esencia y existencia, no puede hacer a un lado la cuestión de la verdad y del sentido de la vida social, por esto estos principios “constituyen la primera articulación de la verdad de la sociedad, que interpela toda conciencia y la invita a interactuar libremente con los demás, en plena corresponsabilidad con todos y respecto de todos” (CDSI, 163)


30. Estos principios tienen un significado moral, pues nos refieren en primer lugar a la persona, con su conciencia, libertad y responsabilidad, que interactúa con otras personas para buscar el desarrollo de una vida digna del hombre. También refiere tanto al actuar personal de los individuos como primeros sujetos responsables de la vida social a cualquier nivel, cuanto a las instituciones, con sus leyes, normas y estructuras civiles.


IV. Construyendo un mundo mejor: “Curar el mundo”


31. Frente a las cuestiones más apremiantes que la pandemia ha puesto de relieve, sobre todo las enfermedades sociales, el Santo Padre Francisco, nos propone “reflexionar y trabajar juntos, como seguidores de Jesús que sana, para construir un mundo mejor, lleno de esperanza para las generaciones futuras”, (cfr. Audiencia General del 5 de agosto de 2020) a la luz del Evangelio, de las virtudes teologales y de los principios de la doctrina social de la Iglesia. Y nos invita a “explorar” juntos cómo nuestra tradición social católica puede ayudar a la familia humana a sanar este mundo que sufre de graves enfermedades, a través de un ciclo de catequesis, dadas en sus Audiencias generales, iniciadas el 5 de agosto de 2020, desde la Biblioteca del Palacio Apostólico. Para construir un mundo mejor es necesario “Curar el mundo”.


32. En efecto, siguiendo las enseñanzas del Santo Padre, si queremos Construir un mundo mejor, frente a los desafío de la pandemia y sobre todo de las enfermedades sociales, es necesario “Curar el mundo”; ¿cómo realizar esta enorme tarea?¿de qué modo podemos ayudar a sanar nuestro mundo, hoy?: Y el Santo Padre nos propone: “Como discípulos del Señor Jesús, que es médico de las almas y de los cuerpos, estamos llamados a continuar ‘su obra de curación y de salvación’ en sentido físico, social y espiritual” (Catequesis 1, 5 agosto); además invita a:


  • Reflexionar y trabajar juntos
  • Como seguidores de Jesús que sana: teniendo bien fija nuestra mirada en Jesús (cfr. Hb 12,2); y poder tener un encuentro sanador con Jesús, como se manifiesta en el pasaje del paralítico de Cafarnaúm (cfr. Mc 2-1-12), en donde Jesús al sanarlo, responde a la fe y esperanza de las personas, tanto de las que con amor llevan al paralítico, como del mismo enfermo. Jesús lo sana y no simplemente de la parálisis, sino que lo sana todo, pues le perdona sus pecados y renueva la vida del paralítico y de sus amigos.
  • A la luz del Evangelio,
  • de las virtudes teologales; un encuentro con el Evangelio de la fe, de la esperanza y del amor nos invita a asumir un espíritu creativo y renovado.
  • y de los principios de la doctrina social de la Iglesia


33. Respeto a los principios de la doctrina social de la Iglesia, aún, cuando la Iglesia, administre la gracia sanadora de Cristo con los sacramentos, y aunque ofrezca servicios sanitarios en muchos rincones del planeta, señala el Papa Francisco, la Iglesia no es experta en la prevención o en el cuidado de la pandemia y mucho menos da indicaciones socio-políticas específicas, ya que esta tarea es de los dirigentes políticos y sociales. “Sin embargo, a lo largo de los siglos, y a la luz del Evangelio, la Iglesia ha desarrollado algunos principios sociales fundamentales…que pueden ayudarnos a ir adelante, para preparar el futuro que necesitamos”. (Catequesis 5 de agosto 2020)


34. Dichos principios, que expresan las virtudes de la fe, de la esperanza y del amor, son: “el principio de la dignidad humana, el principio del bien común, el principio de la opción preferencial por los pobres, el principio de la destinación universal de los bienes, el principio de la solidaridad, de la subsidiaridad, el principio del cuidado de nuestra casa común”, y que el Santo Padre ira desarrollando en sus catequesis (hasta la fecha nos ha ofrecido 8 catequesis, en sus Audiencias Generales, a partir del 5 de agosto de 2020); estos principio ayudarán a la sanación del tejido personal y social y a construir un mundo mejor, en donde todos y juntos, (particularmente a dirigentes y responsables de la sociedad) estamos llamados “a afrontar juntos las cuestiones apremiantes que la pandemia ha puesto de relieve, sobre todo las enfermedades sociales” (Catequesis 5 de agosto 2020) y así “CURAR EL MUNDO”. 


Expongo a continuación un síntesis de estas catequesis (que hasta el día 23 de septiembre de 2020 han sido 8):


Fe y dignidad humana 

(Catequesis del 12 de agosto de 2020, 2):

 “Sanar nuestra mirada”


35. Además de que la pandemia nos ha hecho ver vulnerables, existen otras patologías sociales, como la visión distorsionada de la persona, que ignora su dignidad, que es tratada como objeto, para usar y descartar y ver al ser humano como un bien de consumo.


36. Es un visión ciega, por eso necesario sanar nuestra mirada, desde nuestra fe. Jesús nos propone otra visión: la del servicio y del dar la vida por los otros. Esto nos pone en armonía, una armonía creada por Dios que nos pide mirar a los otros, las necesidades de los otros, los problemas de los otros, estar en comunión. Esta armonía nos lleva a reconocer la dignidad humana en cada persona, que es un ser social y llamada a vivir esta armonía social. Como discípulos de Cristo no podemos ser indiferentes (yo miro a otro lado) ni individualistas (mirar solamente el propio interés) a aquellos que sufren. 


37. Sabemos que por la fe, Dios nos ha creado a su imagen y semejanza (cfr. Gn 1,27), y nos ha dado un dignidad única, y nos invita a vivir en comunión con Él, con nuestras hermanas y hermanos, en el respeto de toda la creación. En comunión y armonía, sin éstas, hay destrucción.. 


38. “Tomar conciencia de la dignidad de todo ser humano y mirar al hermano y a toda la creación, suscita un comportamiento de ‘atención, de cuidado y de estupor’.” Nos lleva a mirar al prójimo como hermano, con compasión y empatía, no como un extraño, ni con desprecio o enemistad.


39. “Necesitamos que el Señor nos “devuelva la vista” para redescubrir qué significa ser miembros de la familia humana. Y esta mirada pueda traducirse en acciones concretas de compasión y respeto para cada persona y de cuidado y custodia para nuestra casa común.


 La opción preferencial por los pobres y la virtud de la caridad 

                                                                (Catequesis del 19 de agosto del 2020, 3): 
                                                                            “Sanar a partir del amor”.


40. La pandemia ha dejado al descubierto la difícil situación de los pobres y la gran desigualdad y discriminación que reina en el mundo. 

Por tanto el desafío es doble: curar el virus y curar un gran virus, el de la injusticia social, de la desigualdad de oportunidades, de la marginación y de la falta de protección de los más débiles. La respuesta está en la opción preferencial por los pobres que está en el centro del Evangelio: Jesús, siendo rico, se ha hecho pobre para enriquecernos a nosotros (cfr. Fil 2,6-7).


41. Es un criterio-clave de autenticidad cristiana (cfr. Gal 2,10), pues los seguidores de Jesús se reconocen por su cercanía a los pobres, a los pequeños, a los enfermos y a los presos, a los excluidos, a los olvidados, a quien está privado de alimento y ropa (cfr. Mt 25,31-36); es la misión de toda la Iglesia. “Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres (EG, 187).


42. ¿Qué implica esto?. Caminar juntos, el dejarse evangelizar por ellos, el dejarse “contagiar” por su experiencia de salvación, de su sabiduría y creatividad. Necesitamos llegar hasta los confines, a los márgenes, a las fronteras existenciales. Llevar las periferias al centro significa centrar nuestra vida en Cristo, que “se ha hecho pobre” por nosotros, para enriquecernos “por medio de su pobreza” (cfr. 2 Cor 8,9).


43. Si queremos volver a la normalidad, no puede ser una “normalidad” que comprenda las injusticias sociales y la degradación ambiental. Es necesario construir algo diferente, cambiar el mundo. Por ejemplo, dice el Santo Padre: “¡sería triste si en la vacuna para el Covid-19 se diera la prioridad a los ricos!…y !qué escándalo sería si toda la asistencia económica que estamos viendo…se concentrase en rescatar industrias que no contribuyen a la inclusión de los excluidos, a la promoción de los últimos, al bien común o al cuidado de la creación¡”.


44. Es necesario sanar las epidemias provocadas por pequeños virus invisibles, y para sanar esas provocadas por las grandes y visibles injusticias sociales. El Papa Francisco nos propone que esto se haga a partir del amor de Dios, poniendo las periferias en el centro y a los últimos en primer lugar…y a partir de este amor concreto, anclado en la esperanza y fundado en la fe, un mundo más sano será posible.


                                                El destino universal de los bienes y la virtud de la esperanza. 

(Catequesis del 26 de agosto de 2020, 4): 

“Cuidado de la creación y la justicia social para inspirar esperanza”


45. Nos invita a acoger el don de la esperanza que viene de Cristo, frente a la incertidumbre y angustia que a provocado la pandemia.


46. La economía está enferma: por el fruto de un crecimiento económico injusto que prescinde de los valores humanos fundamentales. En el mundo de hoy, unos pocos muy ricos poseen más que todo el resto de la humanidad. ¡Es una injusticia que clama al cielo!. Además, este modelo económico no cuida de la casa común. La desigualdad social y el degrado ambiental tienen la misma raíz: la del pecado de querer poseer, de querer dominar a los hermanos y hermanas, de querer poseer y dominar la naturaleza y al mismo Dios. 


47. “Al comienzo Dios confío la tierra y sus recursos a la administración común de la humanidad para que tuviera cuidado de ellos” (Catecismo de la Iglesia Católica, 2402). Estamos llamados a proteger, cuidar y preservar. Existe una relación de reciprocidad responsable, que es un elemento clave de nuestra relación con los bienes terrenos. Somos administradores de los bienes, no los dueños.


48. Después de la crisis de la pandemia ¿seguiremos con este sistema económica de injusticia social y de desprecio por el cuidado del medio ambiente, de la creación y de la casas común?. Es necesario recuperar el espíritu de las primeras comunidades cristianas, que tenían un solo corazón y una sola alma, ponían todos sus bienes en común, testimoniando la gracia abundante de Cristo sobre ellos (cfr. Hch 4, 32-35), recuperar el cuidado de la creación y la justicia social, dando testimonio de la Resurrección del Señor, cuidando los bienes que el Creador nos dona, poniendo en común lo que poseemos de forma que a nadie le falte, entonces podremos inspirar esperanza para regenerar un mundo más sano y más justo.


                                                                        La solidaridad y la virtud de la fe 

(Catequesis del 2 de septiembre de 2020, 5): 

“Todos juntos en la solidaridad”.


49. La pandemia a puesto de relieve nuestra interdependencia: todos estamos vinculados, los unos con los otros, tanto en el bien como en el mal. Por eso, para salir mejores de esta crisis, debemos hacerlo juntos, no solos, en la solidaridad. Cuando perdemos la interdependencia en la solidaridad, se aumenta la desigualdad y la marginación, se debilita el tejido social y se deteriora el ambiente.


50. El Santo Padre insiste en que el principio de solidaridad es hoy mas necesario que nunca. De una forma interconectada, experimentamos qué significa vivir en la misma “aldea global”. Supone crear una nueva mentalidad que piense en término de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos. (EG 188). La interdependencia, para ser solidario y fructífero, necesita raíces fuertes en la humanidad y en la naturaleza creada por Dios, necesita respeto por los rostros y la tierra.


51. Para vivir la solidaridad hay que vivir, no el “sindorme de Babel” (que es cuando no hay solidaridad), sino Pentecostés. El Espíritu Santo cuando desciende, infunde fuerza de Dios, impulsa a salir, a anunciar a todos a Jesús. Crea la unidad en la diversidad y en la solidaridad, crea la armonía. En Babel no hay armonía. En Pentecostés, cada uno de nosotros es un instrumento comunitario que participa a la edificación de la comunidad.


52. Una diversidad solidaria posee los “anticuerpos” para que la singularidad de cada uno no se enferme de individualismo, de egoísmo; para sanar estructuras y procesos sociales que han degenerado en sistemas de injusticia y de opresión.


53. La solidaridad hoy es el camino para recorrer hacia un mundo post-pandemia, hacia la sanación de nuestras enfermedades interpersonales y sociales. En medio de la crisis, una solidaridad guiada por la fe nos permite traducir el amor de Dios en nuestra cultura globalizada, no construyendo torres o muros, sino tejiendo comunidad y apoyando procesos de crecimiento verdaderamente humano y solidario. La solidaridad es capaz de dar solidez, apoyo y sentido para generar nuevas formas de hospitalidad familiar, fraternidad fecunda y solidaridad universal.


                                                                                       Amor y bien común 

(Catequesis del 9 de septiembre de 2020, 6). 

El verdadero amor sana”


54. La pandemia nos afecta a todos, y para superar esta crisis hay que buscar entre todos el bien común, a diferencia de quienes buscan es aprovecharse para obtener ventajas económicas o políticas. Otros intentan dividir y fomentar conflictos, o hay quienes permanecen indiferentes ante el sufrimiento de los demás.


55. El amor y la búsqueda del bien común es la respuesta cristiana a esta situación. El amor verdadero cura, sana, nos hace libres, nos hace fecundos, es expansivo e inclusivo. Amar como Dios nos ama no es fácil, pero es un arte que podemos aprender y mejorar. Amar no solo a quien me ama, sino a todos, incluso a los que no me conocen, a los extranjeros, o a quienes me han hecho sufrir. El amor verdadero también se extiende a las relaciones sociales, culturales y políticas, así como a la relación con la naturaleza.


56. El cornavirus nos muestra que el bien para cada uno es un bien para todos, que la salud de cada persona es también un bien público. Una sociedad sana es la que se hace cargo de la salud de todos. Es necesario responder con amor generoso, sin límites y que hace surgir iniciativas concretas para el bien común.


                                                    Cuidado de la casa común y actitud contemplativa 

(Catequesis del 16 de septiembre de 2020, 7): 

“Contemplar es el mejor antídoto para cuidar nuestra casa común”.


57. La regla de oro de nuestro ser hombres y mujeres, que es necesario que sigamos para salir de la pandemia es “cuidar” y cuidarnos mutuamente entre nosotros, apoyar a los “cuidadores” de los más débiles, de los enfermos y de los ancianos, y cuidar nuestra casa común, recordando que la tierra y todas las creaturas pertenecen al Señor que las creó y que nos las encomendó para que las conservemos y las protejamos. Estamos llamados a cuidar nuestra casa común, a respetarla y a evitar que la sigan maltratando, no tenemos derecho a depredarla, explotarla y destruirla. 


58. La contemplación es el mejor antídoto para cuidar y proteger nuestra casa común de esos abusos. El mismo Señor nos invita a admirar maravillados y en silencio su obra, para poder reconocer en cada creatura el reflejo de su sabiduría y bondad. Ser contemplativos nos lleva a ser responsables, con estilos de vida sostenibles que respeten y protejan  la naturaleza, de la que también nosotros formamos parte.


                                                                    Subsidiaridad y virtud de la esperanza 

(Catequesis del 23 de septiembre de 2020, 8): 

“Estar más unidos”


59. La crisis actual no es solo una crisis sanitaria, sino también social, política y económica. Es necesario asumir cada uno nuestra responsabilidad para salir de ella. Pero hay personas y grupos sociales que no pueden participar en esta reconstrucción del bien común, porque son marginados, excluidos, ignorados, y muchos de ellos sin libertad de expresar su fe y sus valores.


60. El principio de la subsidiaridad es indispensable, porque promueve una participación social, a todo nivel, que ayuda a prevenir y corregir los aspectos negativos de la globalización y de la acción de los gobiernos.


61. Este principio nos ayuda a estar más unidos, de tal manera que haya una colaboración de arriba hacia abajo, del Estaco central al pueblo y de abajo hacia arriba: de las asociaciones populares hacia arriba, como la contribución de los individuos, de las familias, de las asociaciones, de las empresas, de todos los cuerpos intermedios y también de las Iglesias.


62. Por eso, el camino para salir de esta crisis es la solidaridad acompañada de la subsidiaridad, que es el principio que favorece que cada uno ejercite el papel que le corresponde en la tarea de cuidar y preparar el futuro de la sociedad, en el proceso de regeneración de los pueblos a los que pertenece. Nadie puede quedarse fuera. Cada uno debe tener la posibilidad de asumir la propia responsabilidad en los procesos de sanación de la sociedad de la que forma parte, respetando la autonomía y la capacidad de iniciativa de todos. La subsidiaridad permite a cada uno asumir el propio rol para el cuidado y el destino de la sociedad, dando esperanza en la construcción de un futuro mas sano y justo.


Conclusión:


63. Termino con las palabras del Santo Padre: !aprendamos a soñar en grande¡ No tengamos miedo de soñar en grande, buscando ideales de justicia y amor social que nacen de la esperanza. No intentemos reconstruir el pasado (sobre todo el que era injusto y ya estaba enfermo)…nos esperan cosas nuevas. El Señor ha prometido: ‘Yo haré nuevas todas las cosas’. Construyamos el futuro donde la dimensión local y global se enriquecen mutuamente, donde la belleza y la riqueza de los grupos menores, también de los grupos descartados, pueda florecer porque también allí hay belleza, y donde quien tiene más se comprometa a servir y dar más a quien tiene menos.



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