01de septiembre de 2021, San Francisquito, Qro.
La Voz del Párroco, Boletín Parroquial Missio, n.50
Queridas familias durante este tiempo difícil de la pandemia, se ha puesto a prueba nuestra fe; han sido tiempos en que o afianzamos nuestra confianza en Dios o nos dejamos perder por todo lo que ha generado esta crisis sanitaria y de lo que ella a derivado.
Hoy tiene que resonar en nuestros corazones nuestra confianza en Dios, en su Hijo Jesucristo, por eso oramos “Sagrado corazón de Jesús, en tí confío; “en el dolor y en la alegría, la Divina Pastora es nuestra guía”, “Señor San José, aumenta nuestra fe”.
Es tiempo en que debemos voltear nuestra mirada al cielo, sin perder el suelo, en que estamos llamados a vivir la solidaridad uniéndonos a quienes mas sufren y siendo responsables de mi hermano; no podemos quedar indiferentes, ni escépticos. Es tiempo de crecer en la fe y sobre todo en vivirla. En este sentido, celebramos la Fiesta de la Divina Pastora, y aunque de manera diferente haremos fiesta, no por ello será menos gozosa, ya que nuestra devoción es tan profunda, que como comunidad podemos identificarnos, sumamente marianos; pero ¿qué conlleva esta realidad?. Les propongo algunos puntos, que resaltan a María como nuestra guía:
1. La presencia de Santa María, es fundamental en la vida del Cristiano, pues es el modelo de amor hacia su Hijo, ella nos enseña, a amarlo y a seguirlo. Ser mariano es seguir a Jesús de la mano de María.
2. Nos enseña a escucharlo y a cumplir la voluntad de Dios, tal como lo expresa “he aquí la esclava del Señor, hágase en mi su Palabra”; así también, ser mariano, es aprender a ser humildes para escuchar la Palabra de Dios y sobre todo ponerla en práctica.
3. María es la mujer del silencio, y no porque no tenga nada que decir; por el contrario “todo lo guardaba en su corazón”, lo cual significa, su profunda mística, es decir, la capacidad de reflexionar y de contemplar los misterios de Dios. Tenemos que aprender a callar nuestros ruidos que muchas veces impiden escuchar la voz de Dios y afectan nuestra capacidad de asombrarnos ante la presencia amorosa de Dios en cada momento de nuestras vida.
4. Es la Madre del Buen Pastor, que a imagen de su Hijo, nos acompaña en el camino, y como muchos lo expresan, “nos cubre con su manto”, para protegernos de todo mal: “no estoy yo aquí, que soy tu madre, la madre del Verdadero Dios por quien se vive”, le dice a San Juan Diego en el Tepeyac, garantizando su presencia, sobre todo en los momentos difíciles de la vida. Ella como el Buen Pastor, nos conoce, nos cuida, camina con nosotros, nos lleva por “verdes praderas”, nos conduce al manantial de la vida, sobre todo en le Eucaristía.
5. María nos muestra al que es el Camino, la Verdad y la Vida, y nos invita a caminar con ella, a seguir sus pasos, precisamente, para llevarnos a su Hijo, tal como versa el canto: “eres Pastora Divina, eres Reina soberana, vamos siguiendo tus pasos, lucero de la mañana”. Ser mariano es seguir los pasos de María.
Pbro. Lic. Saúl Ragoitia Vega
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